COMUNIDADES

“Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido.

Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente. (…)

Estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas». (Fratelli Tutti, 78)

Caminar juntos

Jesús comienza llamando a sus discípulos y les invita a seguirlo en Comunidad: personas normales y del pueblo, con sus límites y carencias, provenientes de distintos estratos sociales, con distintos oficios, conocimientos y diferentes dones; algunos pescadores, unos saben leer y escribir, otros no, unos buenos en los números o con gran conocimiento de las Escrituras; otros alejados de la religión, que tenían muchas dudas y muy poca fe.

Compartir y Escuchar

 

Las comunidades de base o pequeñas comunidades cristianas favorecen las prácticas de la escucha de y entre los bautizados. Estamos llamados a valorar su potencial, explorando también la posibilidad de adaptarlas a contextos urbanos. (Iglesia Sinodal en misión, 16).

Discernimiento comunitario

En las Comunidades Eclesiales seguimos este proceso para descubrir y escuchar la Voz del Espíritu que hablar al Santo Pueblo de Dios y nos muestra el camino a andar juntos y para construir su Reino.

Inclusión

Somos comunidad de hermanos y hermanas de Jesús, hijos e hijas del mismo Padre. En la Iglesia hay espacio para todos. En la Iglesia ninguno sobra, ningún está de más, hay espacio para todos. Jóvenes y viejos, sanos y enfermos, justos y pecadores.

Todos. Todos. Todos. En la Iglesia hay lugar para todos. Padre, pero hoy soy un desgraciado, soy una desgraciada, ¿hay lugar para mí? Hay lugar para todos. (Francisco, JMJ Lisboa, 2023)

Eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración.

Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales que Dios hacía por medio de ellos.

 

Todos estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno.

Se reunían en el templo y en las casas, partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez. Alababan a Dios y eran queridos por todos; cada día el Señor hacía crecer la comunidad.

(Hechos 3, 42-47)

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